¿Qué se puede escribir un domingo cualquiera? -mirándolo bien, no hay domingos "cualquiera", cada uno es singular-. Por ejemplo: un señor, sentado en un banco de un andén de Metro (en Madrid), toca el saxo. Son las diez de la mañana. Viste pantalón oscuro, una camisa clara y un chaleco de punto verde botella. Su edad podría rondar los sesenta... Se funde la música instrumental con el chirrido y el eco eléctrico mecánico in crescendo de un convoy, que a su vez se une (y se cruza) a otro, el que yo esperaba... Ya en el interior del túnel, la oscuridad domina "silenciosa"; las ruedas ferrosas chirrían al contacto con los raíles homónimos: son las voces del tiempo y el espacio... A mi izquierda se escuchan notas humanas, y restallan los aceros del paralelo infinito.
Mi pasos marcan el ritmo de la escritura, un tic tac escalonado que me eleva hasta la luz de una mañana nubosa y "otoñal". Del Metro a los coches de cercanías, de las profundidades urbanas a los carriles que alivian, porque te alejan... Un chico y su guitarra rompen la monotonía del viaje -una extraordinaria manera de ganarse la vida-; sonaba a Bob Marley... Más sonidos en el vagón: el silencio de los corderos, del sueño, del orgullo, de la inocencia infantil, de la admiración, de la sorpresa, y un largo etcétera de estridencias, música y tonalidades diversas...
Me dirijo hacia Atocha, lugar elegido por Satán para saltar por los aires el silencio: lo que me inunda, justo cuando piso por el suelo del andén del horror... Hablan las escalas mecánicas -en este mundo "todo" es metálico, artificial, plastificado, ruidoso, desechable (antes se fabricaban bombillas que duraban eternamente, ahora nos engañan como a chinos; es decir, en masa)... No todo es malo -no seas negativo, querido lector-, también hay barandillas que ayudan a las personas mayores; chicas que sonríen y conversan con desconocidos; hormigueos en el estómago, cuando disfrutas por el hecho de estar vivo; aire que respirar, a pesar de la geo-ingeniería genocida; y un infinito etc... Hoy no hablan los altavoces, respetan mi ejercicio de darle a la mano derecha y el bolígrafo sobre el papel cuadriculado de una pequeña libreta: la enumero, voy por la página número 63; la suma de ambos números individuales da 9 (hasta un chimpancé lo sabría), y en numerología dicho dígito, si mal no recuerdo, está relacionado con el planeta Marte, y éste a su vez, entre otros temas, con la guerra: malditos sionistas -este espacio se solidariza con el pueblo palestino (soberano, estafado y masacrado)-.
Acabo de comprobar, una vez más, que el tiempo mental es más poderoso que el de Cronos. Unos pitidos y unas lucecillas rojas señalan que las puertas se cierran. Algo en mi interior me dice que no escriba más por ahora... Próxima parada [...], dice una voz en castellano, y acto seguido otra lo repite en el idioma del nuevo orden mundial y la globalización (insistimos, somos muy pesados, se escriben estos términos en minúscula por la poca relevancia que tienen desde una perspectiva puramente humana).
Dios es Grande, y el individuo social es "pequeño", criatura fabricada (en su estado actual y no primordial) a la imagen y semejanza de ellos. Si el lector deseara saber quiénes son ellos, se le sugiere que investigue, de manera autodidacta, que no se acomode a ver cómo se le cuenta que acontecen, han pasado, y sucederán, los asuntos humanos en el mundo, a través de la "pantallita", o mediante los adoctrinamientos oficiales.
En el tren está el mundo: en lo que simboliza el tren.
poessía
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