"Nuestra búsqueda de la verdad es constante, por etapas, y el inconformismo e imperfección humanos nos deja cerca de una realidad: lo que hoy damos por bueno, tal vez mañana lo eliminemos, de este sitio y de nuestros principios".

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COLABORACIÓN MUTUA

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Podemos insertar tu obra: plástica, relato, novela, ensayo -si a temática es disidente (no necesariamente), heterodoxa, etc.-, por entregas..., y poemas (de todo tipo)... Otros poetas (Ana Mª Espinosa, Belquis Castillo, David González, Kety Alejandrina Lis, Laura Giordani, Luis Antonio de Villena y Víctor Gómez Ferrer) han intervenido aquí hace años. Muchas gracias a todos.

Escaleras de caracol



       Madrid se adormece bajo un cielo fantasmagórico. De paleta compuesta por amarillos, de erupciones solares y azafrán. Por naranjas, de gato persa y corteza anaranjada, y por grises, de cemento y ballena. Esta ciudad es una constelación de estrellas, medias lunas y almenas irregulares. Cae, a la diestra, pero los bloques resisten, pegados a la tierra. Ésta respira a la altura de los campos y las montañas, y su sangre le circula a través de ríos subterráneos. Aquélla, a base de alcantarillas inspira, y su corazón late, sístole y diástole, mediante ciegos drenes. 

       Sentada en una pila de cuatro sacos de yeso observa el atardecer madrileño de un mes de mayo, en el epicentro primaveral. Si sus nalgas se acuestan sobre esos aditivos, su columna vertebral descansa sobre los almohadones carnosos. Lucía medita. Juega con sus pies, restregando las suelas de sus zapatos sobre un suelo de arena y arcilla. Dibuja figuras helicoidales y piensa en escaleras de caracol. Había llegado hasta allí, cansada, buscándolo. Ahora mira a su alrededor y todo son materiales y estructuras de la construcción. Recuerda las conversaciones de su padre y su hermano. Ambos son albañiles, su oficio familiar. Ya es tarde, pero no puede volver sin él. Frente a sí, la gran colmena se apaga, lentamente, como sus esperanzas. Las abejas fantasma lucen como boquillas, sobre aristas metálicas. Un leve viento del sur zumba, y una cornisa desprende partículas de limo. Se decidió a entrar en la obra. Como testigos, las estrellas, y los ojos o lumbres semi apagadas de fantásticos zánganos y obreras. Muros, pasarelas, plumas, rampas y herramientas tiradas, se vislumbraban por el blanco cisne de una luna de circunferencia perfecta. Sobre una barandilla, en la terraza del primer piso, yacía. Lo llamó, desconsolada, aunque apenas pudo articular palabra. Él, firme, estático. Ella, subió rápidamente por las escaleras diáfanas y atravesó el vano de una puerta. De nuevo, pronunció su nombre, pero ni se inmutó. Deslizó la húmeda palma de su mano derecha por encima del lomo de su gato... Sentada en la misma pila de cuatro sacos de yeso acechaba en la oscuridad. Unos pasos repicaban in crescendo. Se acercaron hasta ella, hasta una distancia prudencial. Alguien chistó, siseó, murmuró. Incluso articuló palabra: -¡Lucía?..., pero no obtuvo respuesta. Se acercó más, hasta el punto de rozar, con timidez absoluta, el hombro de la chica...

       Ha transcurrido un año después de aquello. No soy capaz de pasar por esa calle. Tengo miedo de volver a la memoria del tiempo bucle, el que expira las vidas.





Bastets

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