La idea ha sido escribir de una manera impulsiva y quizá poco académica. El
sistema empleado ha sido el siguiente: un primer vistazo a la imagen(1) (óleo sobre lienzo)
relacionada con la Conquista Española de América, y
acto seguido escribir todo lo que trasmita y pueda ser captado, con acierto o
sin él. Después, lo mismo pero detalle a detalle. El propósito fue dejarse
llevar, esperar a que surgieran las especulaciones, las intuiciones, y algún
fondo de la cuestión que enlazase, a fin de cuentas, con lo ortodoxo y el
rigor.
La
visión que surge de la pintura es, en cierto modo, caótica -pero hay que
comprender que tal vez el artista quisiera sintetizar al máximo en una tela la
realidad del momento- , porque quedan englobadas en los cuadros todas las dimensiones
imaginables. Primero, la naturaleza,
aparentemente indómita, con macizos montañosos, grandes aves surcando el cielo,
ríos bravos y caudalosos, y bosques frondosos a un lado y otro del agua.
Segundo, las figuras humanas de habitantes
indígenas, grupos familiares y jefes de algún clan, clérigos.... También
se aprecian casas y recintos
sagrados, veleros, barcas, pastores con pequeños rebaños de animales
domésticos, poblados, una tribu en plenas danzas rituales... Ésta sería la
primera apariencia impregnada en la retina mental, tras unos vistazos pausados
e inquisitivos.
Cuando se observan detenidamente las imágenes aumentadas (al detalle), el
panorama cambia bastante, porque puede comprenderse mejor el significado que
subyace de la realidad superficial. En algunos bailes ceremoniales de los
indios pueden aparecer grandes serpientes (con actitud amenazante) -en muchas
culturas ancestrales el ofidio representa el mal-; en este caso, cabe pensar
que el pintor pusiera mucho de sí mismo a la hora de situar la anaconda en el
punto en que lo hace, quizá sabedor del simbolismo que conlleva. Desde el punto
de vista colonial, el sacrificio que ofrecen algunas ilustraciones no deja
lugar para la duda, son antropófagos. Lo que se nos muestra es una costumbre
cultural cruel, maligna, que impresiona y escandaliza. Siendo así, el colono
debe transmutar en otros esos hábitos y prácticas salvajes, reeducar a los
nativos, enseñarles nuevos usos y conductas de carácter civilizado. Para ello,
usará todo tipo de artimañas, engaños, trampas, crímenes y otras lindezas, como
las propias de la religión católica.
Los sacrificios rituales en las culturas precolombinas (en especial en Mesoamérica) han venido siendo objeto de estudio, de
manera habitual, por arqueólogos, antropólogos, historiadores, etc. Es difícil
llegar a una idea concluyente de los porqués se llevaban a cabo, pero la
hipótesis mayoritaria suele hablar de ofrendas humanas a los dioses. No puede
obviarse que las divinidades siempre estaban presentes, en los orígenes, en los
principios sedentarios, en las fundaciones de las primeras sociedades y
asentamientos, en su acervo cultural, como algo sagrado. Nuestras ideas de felicidad,
éxtasis, bien y mal, lo importante y lo banal, la inteligencia, economía,
política, símbolos (sus interpretaciones), caracteres, sentimientos, emociones
y un largo etcétera, no casan con las de ellos (el otro). Al contrario es lo mismo, pues nosotros
también somos "el otro". Aun así, la deducción que se hizo del
autóctono americano fue consolidándose, siglo a siglo, en España, y en otros
países: la de un "ser humano" salvaje, lo cual lleva a engaño, porque
basta reflexionar (tan solo un poco) para darse cuenta de que, cuando los
españoles llegan al "nuevo" continente, los caníbales eran
descendientes de incas, mayas, aztecas, olmecas y muchas otras culturas
milenarias y asombrosas por admirables.
Algunas
preguntas quedan en el aire: ¿por qué personas con tan bajo nivel
tecnológico, científico e intelectual, vivían en ambientes naturales agrestes,
con medios de subsistencia tan rústicos, teniendo en cuenta que eran
descendientes de civilizaciones capaces de construir pirámides, trepanar
cráneos, desarrollar conocimientos matemáticos y astronómicos de elevado grado,
etc.?
¿Aquellos
pueblos realmente habitaban en esas condiciones, o es la explicación no exacta
o no real, pero sí oficial de los poderes políticos de entonces?, ¿tal vez dichos conocimientos solo estuviesen
en poder de las élites?
Son preguntas
ingenuas, de fácil contestación a partir de fuentes ortodoxas, y de difícil cuando se tiene en cuenta que la desaparición
de aquellas sociedades legendarias todavía hoy, en el mundo académico, sigue
siendo un misterio. Lo es
el origen: pueden leerse incontables versiones de la entrada del hombre en el
continente, o de originarios desde siempre, lo cual tiene sentido, porque
cuanto más no alejamos en el tiempo hacia atrás, menos fuentes de información
arqueológica se tiene, aunque lo llamativo es la ausencia repentina de mundos
humanos que alcanzaron niveles de desarrollo extraordinarios. Pero si nos
adentramos en el concepto misterio, podemos llegar a ciertas
conclusiones. Los filósofos griegos trataban de explicar, por medio de la
razón, todos y cada uno de los arcanos de la naturaleza y de la mente humana.
El misterio forma parte de la humanidad, de sus sociedades (en progreso o en
decadencia, profanas o religiosas, esotéricas o exotéricas). Los poderes
establecen lo que es, o no, bueno y/o válido, y en ese sentido, lo enigmático
puede vincularse a lo mágico, mítico o metafórico, pero también a lo “seudo”.
¿Con
qué nos quedamos, en relación a dos cuestiones: "la importancia española en la ruptura
cultural indígena", y "los medios utilizados para un fin:
colonizar"?, con lo misterioso, mítico e increíble; o con lo
metafórico, racional y verosímil?... Igual la respuesta es intermedia, ¿quién
sabe? Lo cierto es que los gobiernos españoles de la época (monarquías)
quebraron las culturas originarias de aquellas tierras, haciendo uso de medios
a su alcance: religión católica, violencia, miedo, nueva arquitectura, objetos
comunes para uso diario, otra lengua, ropajes, fiestas, desconocida estructura
social, política y económica, educación -no en el sentido griego de paideia,
es decir, aprendizaje cívico que acaba desembocando en lo que comprendemos como humanitas,
sino en mano de obra, formación práctica para labores ordinarias-... Esa fue la
diferencia abismal entre un tipo de vida (más natural que el nuestro) y otro (más artificioso), sin
entrar en valoraciones del tipo, mejor o peor, bueno o malo, tema, por otro
lado, ya clásico y de usual controversia –se introduce en el discurso esta
contradicción, para dejar constancia de una constante en los trabajos
historiográficos: “los tiempos pasados no conviene juzgarlos desde el
presente, y sí tener en cuenta contextos”; pero no criticarlos puede
traducirse como un asentir. No queda más remedio que aceptar, por la
imposibilidad de volver al pasado; en todo caso, no se avalan los genocidios, ni del siglo XX ni de otros anteriores-.
En
definitiva, todas las actividades del viejo mundo se pusieron en marcha,
comercio, finanzas, industria, costumbres, como una maquinaria exquisita que
amplía sus engranajes para ocupar más espacio, como un gigantesco reloj que
abarca tiempo; o como una enorme onda que en un agua quieta se expande para
igualar toda la superficie.
(1)
Óleo sobre lienzo. Capitanía
General de Guatemala (siglo XVII). Núm. Inv. 93. “Conquista y Reducción de
los Indios de las Montañas de Paraca y Pantasma, con la representación de esapcios
sagrados indígenas y cristianos”.
poessía
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