La antorcha de Kraus: entra en el enlace que hay al final y no te pierdas la lectura de microrrelatos. En este se mezcla lo narrativo, lo poético, lo psicológico, lo imaginario...
Recuerdo vagamente haber leído poesía antes de dormir.
¿Poesía de poeta hombre o de poeta mujer?, pregunta Walden. Yo le digo que eso
es lo de menos, aunque no lo recuerdo, que una poesía en la que entras no es un
poeta sino una estancia. Tampoco una habitación, sino un territorio. Pero
¿tenía efecto relajante o te narcotizó?, insiste Walden. No fue ese tipo de
sensación. Un texto que entra en ti deja de ser algo espacial para ser reflejo,
el espejo donde te ves no sólo en lo que eres sino sobre todo en lo que aún no
has llegado a ser. Pero eso sería una bola de cristal, dice el otro. No, una
bola de cristal es un truco, digo yo. Pero ¿acaso la poesía no es también un
subterfugio? Puede que algunos poetas la entiendan así y haya lectores que la
acepten. Pero para mí, que leo despacio y releo es porque siento que me
aproximo a otro ser que o soy yo o he sido yo o aún anhelo serlo. Tal vez todo
ello. Llega un momento en que las palabras de la poesía me desnudan y toman mi
cuerpo. La voz del poeta, si pudieras escuchar su recitación, podría ser
decisiva para situarte, juega conmigo Walden. En eso estamos. Mientras, ¿acaso
cuando leemos no fingimos una voz imaginaria? ¿Acaso no hay una apropiación del
sentido del poema cuando lo recitamos? ¿Acaso no somos por un instante nosotros
ese poeta, recordemos o no su nombre?
Enlace: La antorcha de Kraus
(con el permiso de la autoría)
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