La familia, unidad mínima social, política, económica..., de composición organizada, está sufriendo una desintegración lenta pero segura. Imaginemos un gran mecano, o un puzle, o cualquier estructura formada por vastas cantidades de trozos. Cada familia es una pieza fundamental que soporta, complementa, refuerza y acompaña a otras. Si retiramos piezas de la misma naturaleza, esta entidad corre el riesgo, en cierto modo, de venirse abajo, al menos tal y como lo venimos comprendiendo. La maquinaria actual está sustituyendo la familia tradicional por otras, en una dinámica "trans"; transhumana, transexual, transformista, transustancial...; o lo que puede traducirse por tránsito de una cosa (en el sentido de artificio) a otra; a mi modo de ver, en una sociedad degenerada, irrespetuosa, depravada, ignorante (porque ignora que vive en un mundo invertido), perversa y otros calificativos de similar equivalencia a mal gusto.
El concepto "mal gusto" puede ser interpretado del siguiente modo... El mundo que nos rodea puede comprenderse de alguna suerte, la que sea. Me quedo con dos comprensiones: natural y artificiosa, o lo que es igual, de buen o mal gusto, respectivamente. La primera: buena, dichosa, de mentalidad armónica, lúcida (cristalina, no adulterada) y alejada de manipulaciones provenientes de ingenierías mentales imperantes. Analogía... Cuando tienes la capacidad de mover un interruptor situado en la mente, decidiendo qué posición -"a" (natural) o "b" (artificiosa)- conectar, en cada momento consciente de tu vida, y decides que sea la que más se amolde a una situación o experiencia equis, te hallas en la dinámica natural. Cuando ves con claridad dos realidades diferenciadas ganas lo que antes habías perdido (en la niñez), la intuición o potencialidad descubridora de otras concepciones vitales o inteligencia natural. Cuando inviertes la inversión del entendimiento común te conviertes en un intelecto opuesto a la ortodoxa sociedad del ahora. Un ejemplo: alguien camina por las calles impulsado por un destino que lo atrae inconscientemente hacia un lugar asentado sobre la cotidianidad, y al mismo tiempo ocupa gran parte de su pensamiento en las noticias emitidas unas horas antes por una emisora de radio en relación al llamado calentamiento global. Imbuido por esa "información", apenas presta atención a infinidad de detalles que salen a su encuentro cada segundo. Si sumamos la pérdida diaria de pormenores a la de otro día, otro mes, otro año, lo que se deja de aprender a lo largo de una vida es extraordinariamente esencial para el desarrollo de una naturaleza propia y genuina, la nuestra, en beneficio de otra, la artificiosa, la impuesta, la ambigua o el mal gusto; sobre ésta (la segunda), te propongo que reflexiones.
La familia natural, la sociedad y el ser humano, van cediendo terreno a "otra cosa". Dentro de nuestras posibilidades, no lo permitamos, si queremos que la familia sea lo que siempre ha sido, el ámbito más importante para el equilibrio mental y espiritual de nuestros hijos, o si lo preferimos, ampliando el espectro de cualidades humanas, agregamos el concepto "integral"... No hay familias perfectas, no hay parejas heterosexuales perfectas, no hay sociedades perfectas, no hay parejas homosexuales perfectas, no hay individuos perfectos, no hay mundos perfectos (salvo en algún país de las maravillas), pero hay intuición, la inteligencia humana paralela a otra, la razón (la que contempla la idea de perfección); aquélla va al centro del asunto, sin argumentos, y nos infiere, sin dedos acusadores, con claridad serena, inmediatamente, el sentimiento a seguir, y aunque no se vale de palabras ni de otros símbolos, nosotros la vestimos de racionalidad, para contradecirnos y asumir nuestra humana naturaleza, de doble calado (cuando menos), y así poder decir: un niño imperfecto necesita, para florecer su imperfección humana, la imperfección de unos progenitores: lo que no hay que reemplazar por "otra cosa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario