Para poder armar de credulidad esta idea conviene definir (con fondo subjetivo; es que, la objetividad, no es otra cosa, según nuestro criterio, que la subjetividad de un sistema) el concepto secta. Es un lugar de márgenes cerrados, en lo físico, pero sobre todo en lo mental. Entras en la secta y luego es muy difícil salir de ella; es más, tendrás que pagar por ello algún precio. Vivimos en un espacio, el terrestre, de relativa libertad, pues puedes moverte por él "a tu antojo"; lo entrecomillamos porque, si no dispones del dinero suficiente, no viajas ni a la vuelta de la esquina. Lo que nos interesa sobre todo es la cuestión mental. Habitamos en el interior de una secta desde la tierna infancia. Somos programados cerebralmente, nos entra información de continuo, que va depositándose en lo que en psicología llaman subconsciente. El inconveniente radica en dicho inconsciente, porque éste nos trae y nos lleva dentro de las fronteras de la secta. Los ejemplos son determinantes para la comprensión de las cosas, así es que vamos a la tarea.
Los recursos que el sistema utiliza para adoctrinar cada minuto al individuo social son incontables, pero saquemos algunos a la luz del discernimiento. Uno. Los teléfonos móviles (asunto que posponemos para otra coyuntura). Dos. Lectura de libros publicados por editoriales que han invertido tiempo y dinero para promocionarlos en los mass media. Tres. La televisión. Millones de personas en todo el mundo la ven, hipnotizados por una pantalla que emite imágenes de lo que parece asemejarse a un universo real, pero lo cierto es que la realidad no es que supere con creces a las apariencias virtuales, electrónicas, informáticas..., sino que coincide con lo natural. La televisión transforma el mundo onírico en conciencia. Cuatro. El ordenador. Ya no ordenas tú, sino la máquina, que computa mucha información, casi siempre excesiva; a diferencia del inconsciente, el disco duro del aparato almacena cantidades prescindibles y desorbitadas de datos, en una dinámica contemporánea y habitual, la cantidad, en perjuicio de otra connatural al ser humano, la calidad. El archivo cerebral o subconsciente, no tan prolijo, usa, según necesite en cada momento, memoria traducida en ideas, palabras, pensamientos más o menos complejos, o sencillos, pero también miedos, doctrinas, manías, hábitos, mansedumbres y todo tipo de energías captadas, luego, por el sistema, para manipularnos sutilmente. Nosotros ordenamos el ordenador (valga la redundancia), éste ordena nuestros cerebros (en cierto modo), y el sistema diseña los ordenadores según conveniencias.
Cinco. El cine, que equivale en muchos casos a literatura, y como tal no casa al cien por cien con la realidad; es más, en un porcentaje nada desdeñable no alcanza ni el cincuenta por ciento de coincidencia; por ejemplo, en películas de aliens procendentes de otros mundos (planetas, sistemas estelares, etc.); en filmes de pura fantasía, desde los dibujos animados, pasando por personajes de cómic, hasta criaturas monstruosas o robóticas, de variadísimas formas y aptitudes. Tampoco obviamos las versiones históricas de la humanidad, que cuadran con dinámicas conectadas científica y filosóficamente con teorías de carácter ortodoxo, académico y oficialista; caso: revolución copernicana o teoría heliocéntrica; sin olvidarnos de otra manipulación mental más, la distorsión de la comprensión de la realidad, al mezclar medias verdades con mentiras, incluso con otras verdades; una muestra: busca en internet el significado de "desinformación" y también los nombres de los principales desinformadores, y entra de lleno en ese cosmos: así podrás comprender mucho mejor de qué hablo.
No paso a la circunstancia número seis para no extenderme más de la cuenta, pero volviendo al título de este apartado puedo decir que la principal pericia, por encima incluso de la intuición, para escapar de la secta que nos atrapa, es la determinación de querer salir de allí.
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