Si decimos que nos movemos desde una realidad a otra es como decir que al llegar a un destino de realidad diferente hemos cambiado la anterior; en este caso, dicha realidad (la primera) equivaldría a la nuestra, la genuina. Podríamos, no obstante, auto-sugerirnos varias interpretaciones que de ello se seguirían: una, desde nuestra sustantividad alcanzaríamos otra (ajena); dos, entraríamos en una nueva, pero no por ello dejaría de ser nuestra también. Esta última apreciación casaría de manera cuasi cabal con los dogmas tranhumanistas, porque según estos la corriente es progresiva, hacia un ser menor-mayor o viceversa: superior como máquina e inferior como ser humano (venido a menos) -¿quizás al contrario?-. La incógnita sería: ¿en qué grado de humanidad quedaría el individuo de nuestra especie? Una segunda realidad, por tanto, podría formar parte de nosotros mismos, pero es posible -¿esto es pesimismo o es realismo?- que en un porcentaje exiguo, y en la medida que fuera insignificante, se correspondería con lo extraño: ¿se puede pensar en alguna existencia más insólita, en nosotros, que en lo no humano? Así, pues, inferimos una vez más que esta doctrina lleva al individuo social (todavía ser humano) a la disolución de su esencia, lo cual se antoja crimen de lesa humanidad.
"Al mal sistema buen humor"
1) En minúsculas por la poca importancia que tiene desde un punto de vista humano.
Imagen: pixabay
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