¿Qué es escribir, me pregunto?
La respuesta es clara: no lo sé.
No es posible saberlo, hay un mundo ahí fuera,
infinito y lejano (cabe en una partícula:
infinita y lejana), ¿escribimos el mundo?,
¿lo imaginamos tan solo?
Sobre esa base, es decir, sobre nada,
sobre contradicción pura,
se escriben estas líneas, paralelas y azules,
subjetivas y volátiles, reales, de carne y sangre.
Soy el mundo, y lo dice la palabra:
símbolos ambiguos, nítida contradicción.
La verdad no existe, no es estática,
porque todo circunvala, un ejemplo es la Tierra:
viaja alrededor del sol, a la velocidad del pensamiento:
treinta, por segundo, kilómetros, aproximadamente.
Te mueres y resucitas, segundo a segundo,
al mismo tiempo en que late un regalo de Dios.
Dios existe y no existe, pero sobre todo es pregunta,
y la respuesta es artificio.
¿Hay algo más coercitivo que una imposición artificiosa?
Negativa respuesta (réplica disimulada).
Soy libre y esclavo, salvaje y obediente,
persona y humano, y en cada respuesta:
preguntador ingenuo. Si meditas,
te escapas de un verso, hacia el silencio y la nada,
precedente del mundo (lugar de locos y violencia;
órbita lúcida y sueño).
Conversación con Dios. ¿La muerte es honesta,
porque llega y no pregunta? ¿Te recoge y te lleva
a una incógnita segura? ¿Por qué hemos aprendido
que el tiempo es lineal, si el sol circula
a unos cien mil kilómetros por hora en torno al centro
de un ingenio imposible?, ¿por qué lineal y no cíclico?
Lo cierto es tan confuso, que la verdad es clave:
prohibido hacer preguntas incorrectas.
La muerte es la vida, porque aleja el sufrimiento,
cuando la vida es la muerte. Ya no quedan palabras
convertidas en versos. El espíritu ha muerto
en el automatismo colectivo. Debe de ser un secreto
desconocer secretos. "La vida" es una frase
vacía, y estos versos son signos... Vacíos.
poessía
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