"Nuestra búsqueda de la verdad es constante, por etapas, y el inconformismo e imperfección humanos nos deja cerca de una realidad: lo que hoy damos por bueno, tal vez mañana lo eliminemos, de este sitio y de nuestros principios".

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COLABORACIÓN MUTUA

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Podemos insertar tu obra: plástica, relato, novela, ensayo -si a temática es disidente (no necesariamente), heterodoxa, etc.-, por entregas..., y poemas (de todo tipo)... Otros poetas (Ana Mª Espinosa, Belquis Castillo, David González, Kety Alejandrina Lis, Laura Giordani, Luis Antonio de Villena y Víctor Gómez Ferrer) han intervenido aquí hace años. Muchas gracias a todos.

"Yo no escribo libros; fabrico apisonadoras." -Ibn Asad-



Es la respuesta que doy cuando alguien me para en un lugar público y me reconoce como escritor. ¿Y cómo rayos consiguen identificarme? Ni idea. Odio, detesto la fama. Ella no supone ningún precio a pagar por ningún éxito, sino el impuesto revolucionario que te intenta cobrar esta mafia de zascandiles del mal llamado “mundo de la cultura”. O peor aún llamados, los “intelectuales”. ¡Vaya cuadrilla de vagos!

Y es que la fama del escritor es la peor. Peor aún que la de un actor que se parapeta en un personaje con el que inevitablemente van a identificar. Peor también que la de una modelo que mantiene virgen su persona tras una imagen jpg. Peor incluso que la de un futbolista de élite que en su foro interno e íntimo, al final del día, se descojona de la situación de verse multimillonario por dar patadas a la pelotita. La fama del escritor es de otra naturaleza: se le reconoce por haber cometido la insensatez de extirparse las vísceras para encuadernarlas en forma de libro. El escritor es un carnicero que se descuartiza a sí mismo, pesa la chicha magra, y se la entrega al editor que da a la manivela de la máquina para que salga el chorizo. La literatura es un proceso así de desagradable. El abuso y la exposición a la que se somete un escritor desgastan más que el tute que se pegan los concursantes de Gran Hermano con sus posteriores tours por la televisión. Quizás para algunos la fama sea una forma de vida. Pero en lo que respecta a un escritor, la fama es un cáncer. Los hay incluso que hicieron de ese Cáncer, otra forma de vida, como las industrias farmacéuticas o Michel Houellebecq.

Reivindico el anonimato, en pleno S.XXI, como única vía de creación artística. Como no sabemos quién pintó las Cuevas de Altamira, como no sabemos el nombre de quien plantó los Toros de Guisando, como no sabemos quién compuso La Tarara… el arte seguirá abriéndose paso si el artista renuncia a sí mismo y a esa cutre-matrix de la fama. Es una reivindicación perdida, lo sé, dirán que no tiene sentido… pero me consta que la guerra cultural que se libra consiste en un Big Data monstruoso lleno de autores con sus derechos que crece y avanza, contra unos pocos artesanos que siguen cumpliendo con su deber y creyendo -qué ingenuos- que en el arte se oculta una poderosa bomba atómica. Yo estoy en el bando de estos últimos. Soy un creyente, así de contumaz, así de ingenuo.



Por Ibn Asad


(con el preceptivo permiso del autor)






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