"Nuestra búsqueda de la verdad es constante, por etapas, y el inconformismo e imperfección humanos nos deja cerca de una realidad: lo que hoy damos por bueno, tal vez mañana lo eliminemos, de este sitio y de nuestros principios".

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COLABORACIÓN MUTUA

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Podemos insertar tu obra: plástica, relato, novela, ensayo -si a temática es disidente (no necesariamente), heterodoxa, etc.-, por entregas..., y poemas (de todo tipo)... Otros poetas (Ana Mª Espinosa, Belquis Castillo, David González, Kety Alejandrina Lis, Laura Giordani, Luis Antonio de Villena y Víctor Gómez Ferrer) han intervenido aquí hace años. Muchas gracias a todos.

Escribir es de cobardes



       Un escritor es una persona que escribe, y un torero alguien que torea, pero escribir es un acto de cobardía (sobre todo si se compara con lo otro). Los más valientes no escriben (no es una conclusión absoluta, obviamente), porque no necesitan terapias, afrontan la vida tal cual, sin ambages, sin artificios de soporte, sin fantasías o evasivas, asumen la cruda, bella y natural realidad.

       El mejor novelista, o el mejor poeta, vive su propia existencia, cada instante, cada día, y supera los contratiempos, los desengaños..., incluso las alegrías. Escribir es de achantados, de huidizos. El escritor se auto-engaña, porque crea mundos ilusorios, y en muchos casos espera el elogio (se confunde, ya que, el encomio sincero, es cosa rara; en la mayoría de las ocasiones quizá se trate de peloteo o similar, o algún interés oculto e innoble). La vanidad, pues, del escribidor -en el fondo, todo escritor es mediocre (queremos decir de calidad media; estar en la media; uno más entre la masa; no alguien especial; un indigente podría ser potencialmente un narrador o un poeta o un ensayista y no haberlo descubierto; y un largo etcétera), pero no ve una realidad objetiva, sino creada a su conveniencia- suele ser extrema, y ese laurel auto impuesto podría significar debilidad de carácter.

       El cobarde es frágil, busca apoyos, y cuando el autor vende libros se ampara en los lectores, quienes al mismo tiempo son su clientela. Las personas evolucionamos así: del aprendizaje al mundo del trabajo, y de éste al consumo; en este caso se trataría de los libros (en papel o en formato digital). La mayoría de las veces el leedor no es un seguidor fiel al literato (en cualquier momento otro ocupará su lugar), y sí un individuo habituado a comprar un producto muy concreto (hoy, mañana Dios dirá; característica propia del consumidor) -que conste que las excepciones existen, y dentro de ellas también se dan los casos límite: seguidores enfermizos-. 

       El escritor suele ser menos inteligente de lo que él mismo piensa (por una sencilla razón ya comentada en el segundo párrafo); si lo fuese en extremo, no escribiría jamás, pues el ser humano "supremo" -según una de las acepciones de la RAE, "Que no tiene superior en su línea"-, y teniendo en cuenta nuestro discurso acostumbrado en este blog, no lo necesita, le basta con intuir; no precisa demostrar ni demostrase nada, tan solo vive y deja vivir. Yo, que no sé si soy cobarde del todo o casi cobarde, reconozco mi cobardía, y seguiré escribiendo, porque la naturaleza humana consta de dos partes diferenciadas e inseparables: la individualidad o intuición o esencia poética o coraje silencioso y modesto, y el individualismo o ego o personalidad o vanidad o racionalidad o fondo prosaico o cobardía grandilocuente. 


poessía








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